Palacio de Congresos de Badajoz

La plaza de toros se creó para la ciudad de Badajoz en el enclave concreto del Baluarte de San Roque sobre los restos de las antiguas plazas de toros que han existido allí a lo largo de los siglos. Consideramos de gran importancia el proceso palimpséstico de todas las plazas de toros anteriores y sus evoluciones, no solo la última que encontramos en ese emplazamiento. No nos preocupa el eco físico de lo que ya no está, sino la condición creada anteriormente, en el siglo XVIII, por la decisión de vaciar un círculo en un bastión pentagonal masivo, desvirtuando todo el concepto defensivo y dándole la vuelta para hacerlo receptivo al acceso y a los eventos públicos, ya sea una corrida, un concierto o una conferencia.

Por lo tanto, nuestra decisión desde el principio fue mantener esta condición de espacio público vacío, de espacio arrebatado a la ciudad. Para mantenerla, nos limitamos a cubrir todo el campo existente, llenándolo por completo. La dificultad de aplicar este procedimiento para rellenar un terreno se debe a que se trata de un vacío circular sobre un baluarte y así debe quedar.

La complejidad de colocar un Palacio de Congresos en un espacio vacío y mantenerlo vacío se resuelve mediante un sencillo truco, un truco de magia, que consiste en invertir la zona de espectadores y llevarla al anillo, al centro, y llevar la zona central vacía a los espectadores, a donde estaban las antiguas gradas. Entonces vestimos el cilindro que se produce en el centro con luz, proyectada sobre los anillos exteriores de poliéster que marcan los límites inciertos de un vacío. Por supuesto, el truco se prepara colocando bajo tierra y bajo el baluarte el mayor número posible de elementos del programa, colocados en posición radial proyectándose hacia el centro.

Desde el exterior podríamos pensar que el refugio de la entrada principal es la única construcción existente o manivela que aparece, representa y abre, por la escalera que cubre, todo el edificio. Desde el interior, la sala principal responde a la misma idea exterior del cíclico, con paredes luminosas del mismo material acrílico, techo translúcido en forma de rejilla sobre el que se mueve la sombra del óculo, y un suelo del mismo color oscuro que la plaza y el patio exterior. Desde el exterior, esta obra, casi terminada, ha ido creando, en conjunto, un gran malestar: cuanto más se trabaja en ella, en lugar de aparecer, desaparece. Se diluye en esa herencia inevitable.