Vivienda unifamiliar en Picoto

Los propietarios, como ha sido común a lo largo de la historia, eligen un lugar para asentarse. Hoy los arquitectos mediatizamos su relación con él. Es esta una construcción que cualifica en cada espacio, el modo de mirar y sentir el entorno y el paisaje lejano. Frente a otros casos, en los que hemos dejado que surjan otras arquitecturas superpuestas por las acciones de los usuarios, preparando escenarios con una gran capacidad de transformación, aquí la arquitectura es una y es el escenario que abre las vidas de sus moradores al mundo.

Una lámina de hormigón se repliega a modo de cáscara desde su arranque como muro de contención, formando un volumen que en su vaciado ofrece desde lugares recónditos y ocultos a la mirada, secuencias intermedias donde se deja penetrar por la naturaleza, hasta un espacio final que se dispara hacia el exterior, con la mirada dominante sobre el paisaje lejano, devolviendo a los propietarios aquella mirada detenida sobre la ría, que les hizo elegir este sitio para vivir. La forma de la cáscara a la vez que acoge el programa, resuelve la estructura, los planos que conducen las aguas, y las diversas escalas que conforman la diversidad espacial en el interior.

Un programa que acoge en su parte vinculada a la tierra las amplias necesidades de almacenaje de los productos que aquella ofrece, un continuo espacial en planta y sección formando el patio troquelado en el volumen, que será lugar de vínculos directos con la naturaleza del lugar, y que a modo de mirador se eleva y se distancia del terreno para ofrecer un sitio autónomo y personal. Una parcela profunda, estrecha y con fuerte pendiente que cuelga sobre la ría y el lejano horizonte del mar, con la ciudad de Vigo a los pies y un cliente especial, todos lo son, en la que se encuentran intensamente la ancestral Galicia rural y la del tiempo de la globalización.