Ciudad Blanca

En las viviendas escalonadas, lo más destacado del conjunto, Oíza aplicó toda la experiencia adquirida en las viviendas de Fuencarral, Entrevías y las Viviendas Experimentales, pero dándoles un salto imaginativo para romper la austeridad espartana y conseguir un ambiente más amable, festivo y vacacional. El estricto módulo de las viviendas sociales, de 3,6 m entre muros medianeros, se amplió a 4,2 m en las casas de Alcudia, y así pudo crearse un sistema bien organizado con paquetes de cuatro plantas escalonadas. Al deslizar los paquetes con ritmo, consiguió una vibración de luces y sombras que, sin romper la intimidad de cada vivienda, dio una fisonomía singular al conjunto. A las viviendas en planta baja se entraba directamente desde el jardín; a las otras tres alturas se accedía por una galería peatonal, situada en la primera planta, y por la parte de atrás; a las de la segunda planta se accedía directamente desde la galería; y a los niveles tercero y cuarto se subía por una escalera de caracol, independiente para cada paquete. Había 25 paquetes que, multiplicados por cuatro plantas, daban las 100 viviendas.

Las escaleras de caracol se construyeron en la península según los planos de detalle de Oíza y fueron trasportadas en barco hasta el puerto de Alcudia. Contaba Oíza que presenció el desembarco y que, nada más verlas, se dio cuenta de que las habían construido con el giro al revés (desconozco si hubo que construirlas de nuevo o si se apañaron con lo que había). Eran de madera contrachapada, muy ligeras, con peldaños forrados de un laminado plástico de color azul espumoso, como marejada. Las 25 escaleras se situaron en la galería peatonal que, zigzagueante y protegida por una celosía de cuadrados blanca, discurría sobre el jardín de grama bien regada, por senderos de losas circulares que, entre palmeras, adelfas y eucaliptos, daban acceso a las viviendas. Quizá fuera con esta galería peatonal cívica –como la calle aérea del proyecto Golden Lane (Londres,1952), de Allison y Peter Smithson– con la que Oíza se adhería al TEAM 10.

La Ciudad Blanca de Alcudia representaba el deseo de Oíza de humanizar el racionalismo, su interés por matizar los límites entre lo público y lo privado, el espacio umbral, y por prestar una mayor atención al lugar que, en este caso, resulta ser un paraíso mediterráneo, con la bahía de agua turquesa, arena blanca y una vegetación frondosa a poco que se riegue.

La Ciudad Blanca fue pionera en el desarrollo turístico de la bahía de Alcudia. En al década de 1970 fue una origina construcción solitaria, como atestiguan las fotografías de la época. Hoy, 50 años después, han surgido multitud de edificios alrededor y las 100 viviendas están rodeadas por otras mil más corrientes, dando forma a un alegre emporio vacacional que, hasta en invierno, tiene cierta vida. Hay una oficina que se encarga de alquilar las viviendas y los encargados enseñan un piso piloto en el que todavía se conserva la decoración realizada en su día por H Muebles, la empresa de los Huarte, con el asesoramiento de Oíza.

Algunos elementos fueron diseñados por el propio arquitecto y hay piezas famosas, como la lámpara Disa de José Antonio Coderch. El suelo de cada vivienda se escalonaba, un peldaño en cada estancia hacia la terraza, hacia la playa, de modo que, según Oíza, la dirección de la mirada baja levemente, como en tantos pueblos a orillas del Mediterráneo, donde las calles bajan hacia la ribera. En los paisajes, el mar sube y el azul marino del horizonte se eleva ocupando casi todo el cuadro.