Central Lechera CLESA

El proceso de la elaboración de leche embotellada requería un emplazamiento desprovisto de otras industrias y agentes contaminantes, con óptimas condiciones de conservación del agua, acometida del alcantarillado y energía eléctrica, optimizando así el buen funcionamiento de la fábrica. Desde estos condicionantes, el edificio se construyó en una amplia parcela del polígono industrial de Fuencarral, por aquel entonces prácticamente desocupado, cuidando especialmente tanto su orientación como su disposición volumétrica.

El especial empeño en la determinación y buen funcionamiento de los recorridos determinó dos accesos diferenciados: uno principal, para el rodado desde la vía circundante; y otro posterior, para las labores de recogida y reparto con vehículos de carga. Flanqueada por los muelles de recepción de envases vacíos y de expedición de productos, la nave central comprendía las siete líneas de elaboración del embotellado del lácteo, quedando el resto del programa distribuido en otras edificaciones secundarias, que lo diversificaron y organizaron selectivamente, entre las cuales, muy próximas a la zona meridional, quedaban las naves frigoríficas y el almacén de subproductos y mantequería.

El conjunto, fragmentado en volúmenes independientes, aunque conectados entre sí, refleja en primer lugar la funcionalidad y pragmatismo del proyecto y, en segundo término, el talante reductivo característico del autor, que abogaba, ya por esa época, por el uso de “los contenedores”, explotando al máximo la impronta directa y brutalista de los materiales empleados, mediante un lenguaje basado en la más fiel interpretación del Movimiento Moderno.

La elección del hormigón como material dominante, en aquellos años en los que aún escaseaba el hierro, condicionó una construcción masiva, cuyo aspecto calcáreo remarca aún más si cabe su sencillez y rotundidad. Solo las siluetas quebradas en diente de sierra de los lucernarios adquieren cierto protagonismo, frente a la serenidad de la intervención, marcando al tiempo un ritmo acompasado. Hacia el interior, estas bandas de luz zonifican el amplio espacio de producción en dos ámbitos diferenciados y, aun a pesar de ello, aquel se percibe como un todo.