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Itinerario
Fijémonos por un momento en la siguiente fotografía, tomada durante la construcción del Museo Español de Arte Contemporáneo alrededor del año 1972. Se trata de una instantánea que retrata un colosal esqueleto metálico, formado por un sinfín de elementos lineales que, organizados en pilares, vigas, cerchas y cruces, se repiten para cubrir un espacio aligerado. La aparente complejidad de la estructura contrasta con la poca mano de obra: apenas una decena de trabajadores se adivinan en la imagen, además de las dos grúas que han utilizado para levantar el esqueleto. No es descabellado pensarlo; al fin y al cabo, el acero era ya entonces un material altamente industrializado que permitía estructuras de rápida ejecución y que, gracias a sus extraordinarias capacidades resistentes, podían reducirse al mínimo para maximizar la entrada de aire y luz natural.
Itinerario comisariado por
Lluis Juan Liñán
Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana
Medios de transporte
Son precisamente estas cualidades las que convirtieron el acero en uno de los materiales predilectos de la arquitectura moderna, hasta el punto de que la ligereza, la industrialización y la facilidad de montaje se instalarían en su misma razón de ser. En su reverso, no obstante, el acero contaba con otra cualidad que pasaría desapercibida hasta que, unos meses después de la toma de la fotografía, la crisis energética de 1973 nos hizo saber que vivimos en un mundo de recursos limitados: se trata de un material de alta conductividad térmica o, lo que es lo mismo, muy poco aislante, algo que limita enormemente su capacidad para negociar el encuentro entre el interior y el exterior de los edificios. Es por ello que, especialmente a partir de ese momento, el acero hizo patente su necesidad de vestirse con otros materiales para responder a las exigencias medioambientales. En 1987, el propio Museo de Arte Contemporáneo se transformaría en el Museo del Traje CIPE para confirmar una necesidad que se manifiesta en los edificios recientes que conforman este itinerario.
Recorrerlos supone descubrir el catálogo de complementos con que se viste hoy el acero. Desde la pintura y el proyectado de mortero que recubren las estructuras de la Teruel-zilla !! Guarida subterránea de ocio y espacio público, hasta el óxido artificial que protege las planchas del Museo de la Historia de Lugo, pasando por el cromo que hace inoxidable la fachada del Centro de tecnificación de actividades físico deportivas y de ocio en el medio natural de la Cuenca del Tajo o el zinc que recubre la estructura de los Departamentos de pescadores de Cangas. Solamente en el Museo del Clima en Lleida lo encontraremos al natural, aunque a la espera de envolverse con hormigón.
Con estos y otros trajes, el acero sigue desplegando en la actualidad las cualidades que lo hacen único. De nuevo, la capacidad para resolver grandes espacios reduciendo al mínimo el material de la estructura -Pabellón polideportivo en Alcázar de San Juan-, la alianza con la ligereza y la luz natural -Pabellón de Cristal. Recinto ferial de Cuenca-, el fomento de construcciones modulares e industrializadas que se ejecutan a gran velocidad -Nueva planta de reciclaje de residuos urbanos- y la facilidad para combinar la esbeltez con la resistencia para dar forma a esqueletos orgánicos y expresivos -Institución Libre de Enseñanza. Fundación Francisco Giner de los Ríos-.
Todo ello, eso sí, acompañado de la necesidad de equilibrar su impacto ambiental pensando en la reutilización como tema central del diseño con este material.